El fútbol a sol y sombra: «El hincha»
diciembre 21, 2010 5 comentarios
Eduardo Galeano
Una vez por semana, el hincha huye de su casa y acude al estadio.
Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpentinas y el papel picado: la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles batiéndose a duelo contra los demonios de turno.
Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, Glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.
Rara vez el hincha dice: “Hoy juega mi club”. Más bien dice: “Hoy jugamos nosotros”. Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música.
Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria, qué goleada les hicimos qué paliza les dimos, o llora su derrota, otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego audaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de ceniza después de la muerte del carnaval.
El fanático
El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua.
El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar.
En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo vi. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha de otro club constituye una provocación inadmisible. El Bien no es violento pero el Mal lo obliga. El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha por todas partes. También está dentro del espectador callado, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido.
* Extracto del libro “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano.
Más de este libro: El fútbol a sol y sombra: “El jugador”
Interesante relato. Aunque yo creo que admite amplios matices… yo he desarrollado mi afición muy alejado de la grada y de ir al campo, y tampoco me convence que el fanatico se lo apropien ese listado tan marcado. Al menos hay varios niveles de fanatismo…
Estoy de acuerdo contigo con lo de «el fanático», al leerlo por primera vez pensé lo mismo, pero hay que tener en cuenta que seguramente se refiera al fútbol sudamericano que es lo que él más vivió. Lo que más me gustó es como está todo descrito, al estilo me refiero, de una forma muy romántica e idealista, pero también con algún toque crítico. Como debería ser el fútbol.
A mi nunca me ha gustado esa visión tan idealizada, sobretodo en lo que es el mundo hooligan. Ya no digo en este texto, si no en varias películas o libros, que lo pintan tan épico que luego pasa lo que pasa…y vamos, tampoco digo que me guste la moralina, pero eso, un término medio, como dices, romántica hasta cierto punto y con bastante toque crítico, que es lo que más le falta creo yo.
Claro. Puede ser por proceder de Sudamerica y de una edad más mayor que la nuestra, pero es que justo recordaba 2Fiebre en las gradas» que el autor insiste mucho en retratarse como obseso (que es ya un grado de fanatismo que bordea la enfermedad) pero señala mucho que hay que distinguir estas personas. Que el 90% de gente que va al fútbol en la vida se ha peleado, que a veces insistimos mucho en esto.
Aún así, por supuesto que el texto es magnifico. Ayer también, leí algo de de Galeano, un breve artículo titulado «Cosas raras». Lo recomiendo aquí.
Bueno reconozco que Galeano cuando escribe sobre fútbol lo idealiza todo mucho. Seguramente tengais razón pero a mi no sé, esa forma de narrarlo tan épica, la visión del aficionado de a pie, la rabia del «fanático»… Aunque no se esté de acuerdo, creo que ayuda a comprender por qué actúan así, eso de «el humillante se convierte en humillado» y demás. Pero vamos, que sí, es cierto que lo pinta de una manera mucho más romántica de lo que es.
Me apunto el artículo que citas Gontxo, lo leeré. Y mira, casualidad que justo ayer estuve mirando unos cuantos libros y al final «me regalé» el de «Fiebres en las gradas» que todavía no lo leí. Ya contaré que tal.